Comencé a realizar los
primeros reportajes de este proyecto en diciembre 2009, coincidiendo con el
momento en que la actual realidad europea estaba latente. Desde que lo di a
conocer hasta que fue aceptado por el CDIS para exponer el la Sala Ángel de la
Hoz, han pasado procesos muy laboriosos. Empezando por la selección entre más
de 6.000 imágenes, fruto de los reportajes que he venido elaborando hasta marzo
2011 en las principales capitales de los países que recorrí: Francia, Bélgica,
Holanda, Dinamarca, Suecia, Alemania, Hungría, Bulgaria, Turquía, Grecia,
Albania, Montenegro, Bosnia i Herzegovina, Croacia, Eslovaquia, República Checa
y Polonia.
Cada ciudad tenía interés por si misma, pero desde
el principio en París, movido por la inquietud y con la intención de reforzar
la memoria de mis vivencias, comencé a fotografiar espacios urbanos que el antropólogo Mar Augé había definido como “no
lugares” El sugiere que el no lugar es lo contrario del lugar, un espacio
que quien lo atraviesa no puede interpretar nada ni sobre su propia identidad
(su relación consigo mismo), ni sobre las relaciones entre unos y otros.
Descubrí por casualidad la obra de Augé, su
lectura interpretada junto a mis experiencias, respondía de manera evidente a
preguntas sobre unos sucesos considerados límite. Este alejamiento ajeno y el sentirme fuera forzó mis
percepciones del mundo y a partir de esa intensidad de percepción justifico estos viajes (de mi casa a otra
parte, por la espiral de emociones causadas por ese límite) y con la finalidad
de razonar lo que conduce cada vez a más individuos hacia la violencia. A
partir de este razonamiento no hay análisis social que prescinda de los
individuos, ni análisis de los individuos que rechace los espacios por donde
ellos circulan.
Él identifica dos realidades complementarias pero
distintas y define que son los nuevos espacios constituidos para el consumo, circulación y comunicación,
describiendo a la par la relación que el cosmopolita mantiene con ellos. Dicha
relación está basada en su modo de informar o de usar y en los textos que
proponen: ceda el paso, prohibido aparcar o fumar, salida…En cierto modo el
usuario del no lugar siempre está obligado a probar su inocencia, que pasa por
el control de la identidad y del contrato impuesto en el espacio que transita.
Las palabras casi ya no cuentan, no hay individualización, derecho al anonimato
sin control de identidad.
En esta exposición NO LUGARES: FRONTERAS URBANAS he
seleccionado 21 fotografías presentadas en forma de poema visual, conformado
por el inventario de los actuales entornos urbanos, herederos de una Europa
reconstruida por una sociedad pujante y en continúo cambio.
Con este resultado invito al espectador a sondear en la condición individual de cada uno
de nosotros. Al mismo tiempo supone una reflexión sobre lo que muestro, que no
es más que el fin de diferentes estados de ánimo, consecuencia de mis vivencias
previas y de ese recorrido vertiginoso en búsqueda de respuestas
por esos 17 países europeos y en concreto por esos espacios que se repiten en
cada uno de ellos. Espacios cada vez más concentrados en nuestro actual modo de
vida, donde personas en tránsito deben instalarse durante un tiempo de espera. Son lugares donde no nos quedaríamos a vivir,
donde el espacio urbano decolora sus fronteras y en cierta dimensión también su
forma.
Esta sucesión de ejemplos se han de tener en cuenta
para sacar por lo menos una lección de ellos. Aunque se han ido sucediendo a lo
largo de los tres viajes, al igual
que mis vivencias, son ejemplos fronterizos que declaran riesgos reales
pero que afortunadamente no abarcan la totalidad de las poblaciones del mundo. Por
otro lado en una sociedad en la que tenemos presente e inmediata cualquier
respuesta, a través de este conjunto de imágenes pretendo confirmar los textos
de Auge y así ayudar al espectador a plantearse preguntas, entre otras del tipo
cómo le afecta su propia
evolución, cómo percibe a las personas con las que se cruza en su día a día ó
cómo es su experiencia social? De esta manera llegar al final de la narración
proponiéndose cada cual una solución de esperanza, unida a una negación rotunda
hacia cualquier tipo de intolerancia, para que una vez identificada, cada cual
reflexione y a partir de esa identificación la comunicación sea más amable y se
produzca probablemente un renacimiento.